El cuento del amor entre volcanes

Dos jóvenes en un valle de montaña

Este gimnasio es como el mejor de este barrio, se ve bonito y tienen buenas maquinas y además está junto a un centro comercial, después de entrenar voy a mirar qué hay de interesante pensaba mientras entraba al gimnasio. El sonido de las máquinas y las pesas creaba una sinfonía energética, además tenían buena música. Christopher, un joven carismático y youtuber que se dedicaba a explorar el mundo, estaba allí, empezando a calentar cuando sus ojos se posaron en una chica que se movía con una gracia impresionante, haciendo ejercicios de gimnasia. Su nombre era Jiseth, y su tatuaje de un volcán en la muñeca lo intrigó.

Decidido a acercarse, Christopher hizo una pausa en su rutina y se acercó a ella.

—Hola —dijo, sonriendo—. Me encanta tu tatuaje. ¿Es un volcán?

Jiseth levantó la vista, sorprendida al ser interrumpida, pero su expresión cambió rápidamente a una de curiosidad.

—Sí, es el Popocatépetl —respondió—. Es un volcán muy conocido en México.

—¡Qué interesante! —exclamó Christopher—. Yo también tengo una conexión con los volcanes, inclusive he creado contenido para  mi canal de viajes en youtube. ¿Tu sabías que hay una leyenda muy hermosa sobre Popocatépetl e Iztaccíhuatl?

Jiseth arqueó una ceja, intrigada.

—No, cuéntame. Nunca he oído eso.

—ok pues la leyenda dice que Popocatépetl era un guerrero muy valiente, y Iztaccíhuatl era la princesa que él amaba más que a nada en el mundo. Pero su amor enfrentó muchas pruebas. Cuando a Popocatépetl  le tocó partir a la guerra, Iztaccíhuatl murió por una extraña enfermedad dicen que fue a causa de su tristeza al creer que él no volvería.

—Eso suena trágico —dijo Jiseth, observándolo con interés.

—Sí, pero hay más —continuó Christopher—. mira pues resulta que con el tiempo cuando Popocatépetl regresó y encontró a Iztaccíhuatl muerta, se llenó de dolor y tristeza. Para honrar su amor, la llevó a la cima de la montaña y la cubrió con las más hermosas flores pero él nunca volvió a bajar se quedó allí al lado de su amada hasta que murió. Desde entonces, se dice que Iztaccíhuatl reposa en la cima de la montaña, y Popocatépetl, al lado de ella, es un volcán que nunca deja de emitir humo, como si llorara por su amor perdido.

Jiseth sonrió, cautivada por la historia.

—Es una hermosa manera de ver la tristeza y el amor. ¿Tú también crees que los volcanes tienen sentimientos?

—Claro que sí —respondió Christopher, sintiendo que la conversación fluía—. Cada volcán tiene su propia historia, como nosotros. Y el Popocatépetl e Iztaccíhuatl son una metáfora perfecta de amor eterno, aunque haya dolor.

Jiseth sonrió, y su mirada reflejaba algo más que interés.

—Nunca había pensado en los volcanes de esa manera. Es muy poético.

—Yo si creo así como dice la  leyenda que el amor verdadero trasciende incluso la muerte. Es como si el espíritu de Popocatépetl siempre estuviera protegiendo a Iztaccíhuatl —dijo Christopher.

—Ok encerio me gusta cómo piensas —respondió Jiseth, mientras hacía sus estiramientos—. Por cierto, ¿qué tipo de videos haces?

—Viajes, aventuras —contestó—. Me gusta explorar lugares históricos, y a veces hago historias sobre mitos y leyendas, como esta que te conté.

Mientras continuaban conversando, Jiseth le mostró algunos de sus ejercicios. Christopher, un poco nervioso, intentó seguirle el ritmo, sorprendido por su destreza y disciplina.

—Eres realmente talentosa —dijo mientras intentaba imitar uno de sus movimientos—. No sabía que eras parte del equipo olímpico.

Jiseth rió, un sonido alegre que hizo que el corazón de Christopher latiera más rápido.

—Sí, he estado entrenando toda mi vida para esto. Pero, ¿y tú? ¿Cómo llegaste a hacer videos sobre viajes?

—Siempre me ha encantado la aventura —respondió—. Desde pequeño soñaba con conocer el mundo. Hacer videos es solo una forma de compartir esas experiencias. Creo que cada lugar tiene una historia que contar.

La conexión entre ellos creció mientras entrenaban juntos. Las historias sobre los volcanes se entrelazaron con sus vidas, y Christopher se dio cuenta de que Jiseth era alguien muy especial.

—Oye, Jiseth, ¿te gustaría salir un día y explorar algún lugar interesante? Podría hacer un video sobre nuestras aventuras. Podríamos visitar un volcán juntos —sugirió, sintiéndose audaz.

Jiseth lo miró con sorpresa, pero luego sonrió.

—Eso suena genial. Nunca he ido a un volcán, y me encantaría compartir esa experiencia contigo.

Christopher sintió que había ganado la lotería. La idea de pasar más tiempo con ella le emocionaba.

—Perfecto, entonces es un plan. Te prometo que será una aventura increíble —.

El gimnasio se había convertido en un lugar de descubrimientos, no solo sobre la cultura mexicana, sino sobre ellos mismos.

Ya al final de la sesión, mientras se secaban el sudor, Christopher le preguntó:

—¿Crees que la leyenda de los volcanes es cierta? ¿Que su amor realmente perdura en las montañas?

—A veces creo que el amor puede manifestarse de muchas maneras —dijo Jiseth, mirando hacia el techo del gimnasio—. Tal vez los volcanes son solo un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, el amor siempre encuentra una forma de seguir vivo.

—Eso es hermoso —respondió Christopher, sintiendo que su conexión se profundizaba—. Justo como el Popocatépetl e Iztaccíhuatl, ¿verdad?

Jiseth sonrió.

—Exactamente. Al final, somos como ellos. Yo creo que todos luchamos en la vida, nos caemos, pero siempre tenemos la oportunidad de levantarnos y seguir adelante, no crees.

—Sabes me la pase super con tigo Jiseth, ha sido el mejor entrenamiento de mi vida —dijo Christopher, sonriendo.

—A mí también me encantó, me la he pasado bien hablando contigo —respondió ella—. Estoy emocionada por nuestra próxima aventura.

Compartieron sus números de whatsapp antes de la despedida y se siguieron en instagram luego Christopher se despidió de ella con un beso en la mejilla.

Ella al llegar a casa miro algunos de sus videos en youtube y le parecieron muy interesantes y estaba convencida de que era un chico interesante.

Christopher por su lado comenzó a planificar de inmediato el viaje a los volcanes que prometió a Jiseth con la esperanza de descubrir en ella un amor tan eterno como el de Popocatépetl e Iztaccíhuatl pero lleno de aventuras.