Un brahmán, mientras viajaba a otro país, encontró a un león en su guarida. Al verlo, se asustó tanto que comenzó a leer en voz alta un libro sagrado que llevaba consigo.
El león estaba acompañado por su consejero, el ganso, y le preguntó: – ¿Quién es este hombre?
– Majestad, – dijo el ganso – este hombre es un cronista que escribe la historia de tus antepasados y te elogia a ti y a toda tu especie. Deberías recompensarlo, ¡oh, rey!
El león escuchó al ganso y le dio al brahmán dos sacos de monedas, cada uno con mil rupias. El brahmán, feliz, regresó a su casa y comenzó a gastar sin control, pensando que podía volver por más.
Cuando el brahmán se quedó sin dinero, decidió regresar al león. En el camino, se encontró de nuevo con el ganso, quien le preguntó: – ¿A dónde vas?
– A ver a mi benefactor, el león.
El ganso le dijo en versos:
Escucha el consejo del ganso: mejor regresa a tu hogar,
de tu supuesto benefactor, mejor olvídate ya.
Pero la avaricia del brahmán era mayor. Ignoró al ganso y continuó hasta llegar al león, repitiendo su lectura como antes. Sin embargo, en ese momento estaba presente otro consejero del león: el cuervo. El león preguntó: – ¿Quién es este hombre y qué está diciendo?
El cuervo le respondió:
– Majestad, es su desayuno. ¡Cómaselo!
El león obedeció al cuervo y devoró al brahmán.