Era un día soleado a 30 grados de temperatura en Chihuahua, hacía demasiada calor pero aun así era un dia increible para salir de paseo, y la familia Garcia estaba lista para arrancar de vacaciones este fin de semana, don Fabian, quien era dueño de una fundición dedicada a la fabricación de campanas de freno para automóviles y un hombre muy inteligente y galán tenía todo listo para emprender el viaje.
Los pelados estaban muy emocionados y no se cambiaban por nadie, en especial el más pequeño, Mathias, que no paraba de hacer preguntas.
Mientras estaban en la camioneta, Mathias, que era bastante inquieto con su mirada curiosa, se asomó por la ventana y vio una estatua en un pueblito pintoresco que se cruzaron por el camino.
—¡Mira! —exclamó—. ¿Quién es ese?
La estatua era de un hombre robusto, con una mirada seria y un sombrero de gran ala. La familia se detuvo, y don Fabian decidió que era una buena oportunidad para hablar sobre el Tepozteco.
—Esa es una representación del dios Tepozteco, —comenzó don Fabian—. Es un dios de la montaña, muy conocido aquí en México.
—¿Y qué hace? —preguntó Mathias, ansioso por conocer más.
—El Tepozteco es el dios del pulque y la fertilidad, —explicó doña Tatiana, su madre—. Se le rinde culto en el pueblo de Tepoztlán, que está en Morelos. Según la leyenda, él protege a los pueblos de las montañas.
—¿Y por qué es importante? —intervino su hermana mayor, Salome.
Don Fabian sonrió y siguió explicando.
—El Tepozteco no solo es un dios pequeño Mathi, también simboliza la conexión entre la montaña y nuestro pueblo. Se dice que en tiempos antiguos, él enseñó a nuestros antepasados a cultivar la tierra y a hacer pulque, que es una bebida tradicional que tanto le gusta a tu abuelo lo recuerdas.
—¿Pulque? —preguntó Mathias, haciendo muecas—. ¿Es como el jugo de fruta?
La familia rió ante la confusión del pequeño.
—Más o menos, —respondió don Fabian—. El pulque es una bebida fermentada que se hace del maguey. Era muy valorada por nuestros ancestros.
Mientras continuaban el viaje, Mathias se quedó pensando. Las montañas eran majestuosas, y ahora sabía que tenían un significado especial.
—¿Pero, papá? —preguntó de nuevo—. ¿Cómo se comunica el Tepozteco con la gente?
Don Fabian miró a su hijo por el retrovisor, apreciando su curiosidad.
—Se dice que el Tepozteco aparece en sueños a aquellos que buscan su ayuda. Si alguien está en problemas o necesita guía, puede pedirle consejo y, en sus sueños, él le mostrará el camino.
—¡Eso suena genial! —exclamó Mathias—. ¿Te imaginas tener un dios que te ayude?
—Es un poco más complicado que eso, —intervino Salome—. No es solo pedir y recibir. Tienes que mostrarle respeto y cuidar la tierra, porque él está conectado con la naturaleza.
Doña Tatiana asintió.
—Exacto. El Tepozteco enseña que todo está interconectado. Si cuidas la montaña y el entorno, él también te cuidará.
Ya casi llegamos, la familia se detuvo en un restaurante con vista a las montañas para descansar un poco las piernas y estirar el cuerpo. Decidieron hacer una pausa para disfrutar de una comida típica y unas refrescantes bebidas. Mientras esperaban su platillo, Mathias seguía reflexionando sobre lo que había aprendido.
—Entonces, ¿podemos hacer algo para honrar al Tepozteco? —preguntó, mirando a sus padres con esperanza.
Don Fabian sonrió, viendo la oportunidad de enseñarle algo valioso.
—Podemos hacer una ofrenda simbólica, —sugirió—. Podríamos traer algo de comida típica, como tortillas y frutas, y dejarlo en un lugar bonito en la montaña cuando lleguemos.
—¡Sí! —gritó Mathias, entusiasmado—. Quiero llevarlo al Tepozteco.
Mientras la familia disfrutaba de su comida, hablaron sobre más historias relacionadas con el Tepozteco. Salome mencionó algunas leyendas sobre cómo la gente del pueblo hacía ceremonias en su honor.
—Mathi mira en las ferias y fiestas, los hombres y mujeres se visten con trajes típicos y bailan en su honor, incluso tienen coreografías te mostraré videos en la tablet cuando volvamos al carro. Es una forma de agradecerle por la abundancia y la fertilidad de la tierra —dijo Salome, con una sonrisa.
—Eso suena divertido —comentó Mathias, imaginándose bailando con los demás.
Cuando terminaron de comer, don Fabián pagó la cuenta y dejó propina a la mesera, después se dirigieron a un hotel cercano que Tatiana encontró por internet a un excelente precio. La piscina era la atracción principal para los niños que estaban que se derretían del calor, mientras corría persiguiendo a su hermana para empujarla dentro de la piscina, Mathias no pudo evitar preguntarle a su mamá.
—¿Mami crees que el Tepozteco nos está viendo? —.
Doña Tatiana sonrió, disfrutando de la imaginación de su hijo.
—Tal vez. Pero recuerda, él quiere que cuidemos la tierra y disfrutemos de la vida en armonía con la naturaleza.
Luego de un rato, Mathias y su familia se cambiaron para ir a la piscina. Mientras jugaban, Mathias se zambulló y salió con una sonrisa enorme.
—¡Este es el mejor día de todos! —gritó, chapoteando con sus hermanos.
Más tarde, al caer la tarde, decidieron que era momento de dirigirse a la montaña. Con una pequeña mochila llena de tortillas, frutas y agua, la familia comenzó la caminata hacia un claro rodeado de árboles. La atmósfera se tornaba mágica con el ocaso.
Al llegar, Mathias se sintió emocionado.
—Aquí es perfecto —dijo, mirando alrededor. Las montañas parecían cobrar vida con los colores del atardecer.
Don Fabian colocó la mochila en el suelo y comenzó a sacar los alimentos.
—Vamos a hacer nuestra ofrenda, —dijo—. Así honramos al Tepozteco.
Con cuidado, colocaron las tortillas y las frutas en una roca grande, creando una pequeña ofrenda. Don Fabian cerró sus ojos por unos segundos como rezando y todos lo imitaron, sintiéndose conectados con la naturaleza.
—Gracias, Tepozteco, por cuidar de mi y mi familia, gracias por este mundo tan hermoso lleno de vida y naturaleza, gracias por enseñarnos a vivir en armonía —dijo don Fabian, mientras el viento susurraba entre los árboles.
Mathias sintió una energía especial en el aire, como si el Tepozteco realmente estuviera presente o al menos eso él creía en su mente creativa.
—¿Crees que nos escuchó? —preguntó emocionado.
—Seguro que sí —respondió Salome—. Siempre que hay respeto y gratitud, él está ahí.
El sol se ocultó lentamente detrás de las montañas, y la familia comenzó a caminar de regreso, sintiéndose más unida y agradecida por lo que la vida les daba. Habían aprendido no solo sobre el Tepozteco, sino sobre la importancia de la conexión entre la naturaleza y la humanidad.
Mientras el auto avanzaba por el camino de regreso, Mathias sonrió y dijo:
—¡Quiero volver a hacerlo! Podemos hacer más ofrendas y aprender más sobre el Tepozteco.
La familia rió y asintió, sintiéndose feliz de haber compartido esa experiencia. Esa noche, mientras se acomodaba en su cama, Mathias cerró los ojos y, por un momento, empezó a imaginar que Tepozteco estaba mirándolos, cuidando de él y su familia y de su tierra, como siempre lo había hecho. Así, entre sueños y leyendas, el Tepozteco continuaba vivo en los corazones de quienes lo honran.