Hace mucho tiempo vivía un poderoso rey en un magnífico castillo a orillas del mar. Su esposa, una hermosa reina, le dio dos hijos: una hija llamada Margarita y un hijo llamado Childe Wynd.
Cuando Childe Wynd creció, pidió permiso a sus padres para viajar y explorar el mundo. La reina, con el corazón lleno de tristeza, lo despidió, como si presintiera que no volvería a verlo. Poco después, ella falleció. El rey quedó devastado, y ninguna cacería ni las visitas a su reino lograron aliviar su dolor.
Un día, un mensajero llegó al castillo con una carta para la joven princesa Margarita. En la carta, el rey le contaba que había conocido a una mujer encantadora durante una cacería, se había enamorado de ella y planeaba traerla al castillo como su nueva reina.
Margarita se entristeció al pensar que otra mujer ocuparía el lugar de su madre. Sin embargo, como hija obediente, aceptó la decisión de su padre. Cuando llegó el día, salió a recibir a la nueva reina en las puertas del castillo, como era costumbre, para entregarle las llaves del lugar.
El cortejo nupcial apareció en el horizonte, y Margarita, con dignidad, le dio la bienvenida a su padre y a su nueva esposa, entregándole las llaves del castillo. La joven estaba tan hermosa en su sencillez que un caballero exclamó:
—¡Qué belleza tan extraordinaria! Es la mujer más hermosa del mundo.
La nueva reina, al escuchar esto, respondió con frialdad:
—Deberías decir: “Después de la nueva reina”.
Luego, murmuró para sí misma:
—Pronto esa belleza desaparecerá…
Esa misma noche, la reina pidió ayuda a su sirvienta, que era una bruja malvada. Le ordenó que arruinara la belleza de Margarita. La bruja, con una sonrisa siniestra, prometió hacerlo, proponiendo un terrible plan: convertir a Margarita en un dragón.
—La princesa será transformada y solo podrá recuperar su forma humana si su hermano, Childe Wynd, la besa tres veces. Pero, —advirtió la bruja, —si él logra romper el hechizo, la maldición recaerá sobre usted, mi señora, y sufrirá un destino aún más espantoso.
La reina, cegada por su odio hacia Margarita, aceptó el riesgo.
A la mañana siguiente, un rugido aterrador resonó desde los aposentos de la princesa. Las sirvientas, aterradas, miraron dentro y vieron un monstruo horrible. Huyeron gritando mientras el dragón recorría los pasillos del castillo y escapaba hacia el bosque.
Cuando informaron al rey lo que había ocurrido, su corazón no soportó la noticia, y murió poco después. El reino no tardó en enfrentarse a una nueva desgracia: los campesinos comenzaron a hablar de un dragón temible que habitaba en la roca Spindlestone junto al mar y devoraba todo a su paso.
Buscando desesperadamente una solución, los habitantes del reino acudieron a un poderoso hechicero. Este, después de consultar las estrellas, mirar en su cristal mágico y revisar sus libros antiguos, dijo:
—El dragón es, en realidad, la princesa Margarita. Su voraz apetito es lo que la lleva a destruir todo a su alrededor. Deben elegir de sus rebaños las siete mejores vacas y darle al dragón su leche. Así dejará de atacar las aldeas cercanas. Además, deben llamar a Childe Wynd desde tierras lejanas. Mi magia no puede romper el hechizo, pero sé que fue impuesto por la nueva reina y que solo el príncipe tiene el poder para salvarla.
Los aldeanos siguieron sus consejos: llevaron leche al dragón, quien dejó de aterrorizar las aldeas, y enviaron un mensajero en busca de Childe Wynd al otro lado del mar.
Así lo hicieron. Comenzaron a llevarle leche al dragón, y este dejó de aterrorizar la región. Mientras tanto, enviaron un mensajero a buscar a Childe Wynd.
Cuando el joven príncipe recibió las terribles noticias, juró romper el hechizo que pesaba sobre su desafortunada hermana y vengarse de su madrastra. Doce caballeros, que lo acompañaban en sus viajes, prometieron ayudarle. Juntos construyeron un barco veloz, cuyo quilla estaba hecha de serbal, un material capaz de resistir cualquier brujería.
Pronto, el príncipe y sus caballeros zarparon hacia su hogar. Antes de llegar a las costas, la bruja informó a la reina de que Childe Wynd regresaba. La reina ordenó detenerlo a toda costa. La bruja invocó demonios con un hechizo, ordenándoles: “¡Que Childe Wynd no pise su tierra! ¡Levanten una tormenta, destruyan su barco!”
Los demonios volaron hacia el mar, pero el barco, protegido por su quilla de serbal, avanzó sin temor. Al fracasar, la bruja usó su hechizo más poderoso para ordenar al dragón bajar de la roca y dirigirse al puerto. El dragón rodeó el barco y lo alejó de la costa tres veces. Finalmente, el príncipe desembarcó en una bahía cercana y enfrentó al dragón.
Al pisar tierra, los hechizos de la bruja se desvanecieron. Childe Wynd besó al dragón tres veces, liberando a su hermana Margaret, quien recuperó su forma humana. Mientras tanto, la reina se transformó en una horrible rana y saltó lejos del castillo. Childe Wynd y Margaret regresaron al castillo, donde él gobernó sabiamente, y el relato del dragón de Spindleston quedó grabado en la memoria de todos.