Cuento indio sobre el murciélago

Hubo una vez una gran guerra entre los animales y las aves. Entonces, el murciélago se dijo a sí mismo: – Nadie ha decidido aún qué soy, si un animal o un ave. Algunos dicen que soy animal, otros que soy ave. Es mejor que me mantenga al margen y lo piense bien. No me uniré ni a los animales ni a las aves; esperaré a ver quién gana. ¡Me uniré al lado que triunfe!

Mientras tanto, el ejército de los animales se enfrentó al de las aves, y comenzó la batalla. El murciélago observaba la lucha desde lejos. Le pareció que las aves estaban ganando, así que voló hacia su lado, aunque sin acercarse demasiado, pensando: «Si ganan, me uniré a ellas».

Pero de pronto, le pareció que los animales estaban dominando. Entonces, el murciélago se coló en las filas de los animales y declaró: – Mi hocico es igual al de los ratones. Alimento a mis crías con leche, algo que las aves no pueden hacer. Así que soy un animal. ¡Acéptenme en su grupo! Les seré fiel y nunca los traicionaré.

Los animales confiaron en el murciélago y lo aceptaron en su grupo. Pero las aves terminaron venciendo a los animales, pues tenían un comandante muy valiente: el águila. El murciélago, asustado, pensó: «¡Ahora seguro que no me salvo de las garras de las aves!».

Así que decidió huir. Voló a las montañas y bosques, y comenzó a esconderse en los huecos de los árboles. Así vive ahora, despreciado; se oculta durante el día y solo sale de noche, cuando todas las aves están en sus nidos.

En verdad, no es digno ser cobarde; la traición y la deslealtad son vergonzosas y merecen ser condenadas.