Cuatro ciegos iban por el camino cuando se encontraron con un elefante. – ¡Apártense, viene un elefante! – les gritaron algunos transeúntes.
Los ciegos, curiosos, preguntaron: – ¿Cómo es un elefante? ¡Muéstrennos!
Los transeúntes pidieron al mahout, el conductor del elefante, que se detuviera para que los ciegos pudieran tocarlo y hacerse una idea de su tamaño. Uno de ellos tocó la trompa, otro la pata, el tercero el vientre y el cuarto la cola.
Tras examinar al elefante, los ciegos continuaron su camino, y los transeúntes les preguntaron: – Bueno, ¿ahora saben cómo es un elefante?
– Claro, – dijeron los ciegos.
– ¿Y cómo es?
El ciego que había tocado la trompa dijo: – Se parece a una gran serpiente enrollada.
El que tocó la pata comentó: – No, parece un pilar.
El que tocó el vientre replicó: – Ambos están equivocados. Es como un gran barril de agua.
Finalmente, el que tocó la cola aseguró: – Están todos equivocados. ¡El elefante es como una cuerda gruesa de barco!
Y así, estos cuatro ciegos, confundidos por su propia percepción, engañaban a los demás, aunque cada uno decía su propia verdad. Pues cada quien describió lo que había alcanzado a conocer.